4-Xtremes, parte 38: Andrea y Mike descubren el agreste norte de España

España ofrece multitud de paisajes completamente diferentes y tiene un montón de cosas que ver. Por eso es especialmente complicado planificar una ruta razonable cuando se llega inesperadamente a Barcelona con un Axor, como en nuestro caso. Decidimos ir hasta la región norteña del País Vasco y desde allí seguir la agreste costa atlántica hasta Galicia, en el extremo noroccidental de la península.

Ya durante el viaje hasta el País Vasco nos quedó muy claro que las carreteras en España son excelentes. Están un magnífico estado de conservación y tienen una anchura muy cómoda, incluso para nuestro camión. Sin embargo, naturalmente, para nosotros todo depende de los últimos kilómetros antes del destino. Precisamente cerca de la costa hay muchos pueblos pequeños para los que teníamos que informarnos de antemano de si seríamos capaces de pasar y donde se necesitaba una gran concentración al volante. ¡Pero justo eso es lo apasionante del «Overlanding»!

Drástico cambio de climatología.

En el País Vasco, una cordillera separa la costa del interior. El clima cambia drásticamente de seco y soleado a tormentoso y lluvioso. Con temperaturas en torno a los cero grados nos dirigimos al Salto del Nervión, una de las cascadas más altas de Europa. En las inmediaciones encontramos un lugar para acampar. Desde allí podíamos ir una y otra vez hasta el Salto en bicicleta o paseando para intentar encontrar el momento en que se disiparan las densas nubes y tuviéramos una vista despejada sobre la cascada y el valle.

Aquí, el paisaje kárstico es increíblemente salvaje. Seguimos en bicicleta el recorrido del acantilado desde el que cae la cascada. Al principio nos pareció una idea genial. Pero, conforme avanzábamos, las subidas y bajadas eran cada vez más pronunciadas y nos encontramos con un camino embarrado y lleno de piedras y raíces. Más de una vez tuvimos que empujar las bicicletas o incluso llevarlas a cuestas. Poco antes de que anocheciera, llegamos completamente agotados de regreso a la carrocería, donde se había quedado dormida nuestra perra Aimée.

Variada combinación de estilos arquitectónicos en Bilbao.

Más relajados, al día siguiente recorrimos con el Axor un breve trecho en dirección a la costa. Al poco de atravesar las montañas, volvió salir el sol. Nuestro destino: Bilbao. Emplazada en un valle junto a la Ría de Bilbao, destaca por su centro urbano con varios rascacielos. En las grandes ciudades solemos optar por aparcamientos quizá no demasiado aventureros, pero seguros. En esta ocasión, el lugar ofrecía además unas magníficas vistas de la ciudad.

Y estaba muy bien ubicado: solo tardamos una hora a pie en llegar al Museo Guggenheim, que destaca por su apariencia futurista. Pocas veces hemos visto una ciudad con una mezcla de estilos arquitectónicos tan variada como Bilbao. A esto se suman numerosos parques y zonas verdes y una atmósfera en general llena de vida.

Visita al veterinario.

En realidad teníamos previsto seguir la ruta al día siguiente, pero Aimée no se sentía bien, como ya había pasado semanas atrás. Por eso decidimos llevarla al veterinario. Desafortunadamente, al ser domingo, solo encontramos dos clínicas abiertas en el centro de la ciudad. No quisimos arriesgarnos a entrar con el Axor y buscamos un taxi que aceptara perros.

En esos momentos es cuando uno se da cuenta de lo práctico que es dominar el idioma local. En parte gracias a ello, todo salió a pedir de boca. Unas horas después estábamos de vuelta en el camión con un montón de medicamentos que debían ayudar a Aimée a recuperarse. Nos quedamos otros dos días en Bilbao para hacer un seguimiento de la evolución de nuestra mascota.

Sobrevolando con un dron la isla de «Juego de tronos».

La primera minietapa tras esta parada los llevó hasta Gaztelugatxe, una diminuta isla frente a una costa rocosa que habíamos descubierto  investigando de antemano. Pero había algo que habíamos pasado por alto: en Gaztelugatxe se rodó la exitosa serie «Juego de tronos», y es un sitio tan popular que hay que reservar con mucha antelación fecha para visitarlo.

Sin embargo, cuando llegamos nos encontramos con una situación inesperada: pocos días antes, un corrimiento de tierras había sepultado el camino hasta la isla, así que no había prácticamente nadie. Es cierto que tampoco nosotros pudimos acceder a Gaztelugatxe. Sin embargo, sí estaban accesibles algunos miradores, así que pudimos enviar nuestro dron a sobrevolar la isla y hacer fotos.

Fotos: 4-Xtremes