4-Xtremes – Parte 34: un cambio de rumbo y preocupación por Aimée

Teníamos exactamente 30 días para Ucrania: demasiado poco para un país tan grande donde hay tanto que ver. Además, tras visitarlo, nos llevamos otra sorpresa, por lo que ahora no estamos en Rusia, como habíamos planeado, sino de vuelta en Hungría.

Estamos encantados con las buenas impresiones que nos hemos llevado de Ucrania. Por ejemplo, hemos podido visitar una base de misiles nucleares, ¡una oportunidad única en todo el mundo! Tras la disolución de la Unión Soviética, Ucrania se adhirió al Tratado de No Proliferación Nuclear en 1994 y declaró la retirada de las armas nucleares del país. Como consecuencia, se destruyeron de manera controlada 30 de las 40 bases. Una de las que se conservaron (la que nosotros visitamos) se encuentra al norte de Pervomaisk y está abierta al público como museo.

A solo un botón del desastre.

El centro de control está en un silo a 30 metros bajo tierra, y en él se encuentra el decisivo botón rojo. No obstante, quien pulsara este botón, no sabría que parte de la tierra resultaría destruida, pues el objetivo de la bomba habría sido programado desde otro puesto. También nos enteramos de que junto a cada planta de misiles nucleares hay una especie de sensor que inicia automáticamente el misil en caso de ataque, lo que a su vez activa también el siguiente, y así sucesivamente... Preferimos no pensar en las consecuencias que esto tendría.

El nombre del misil habla por sí solo: SS-18 Satán. Equipado con diez cabezas nucleares, tenía un alcance de 10.000 kilómetros y fue el mayor misil balístico intercontinental construido y puesto en servicio durante la Guerra Fría. Todo esto nos lo enseñó un soldado retirado que nos guio por las instalaciones y que hablaba perfectamente inglés. Pasamos la noche frente al museo, y volvimos a ponernos en marcha rumbo a Kiev, que ya no quedaba muy lejos.

De camino se encuentra uno de los lugares abandonados más bonitos que hemos visitado: el fuerte de Tarakaniv. Se trata de prácticamente una ciudad militar completa de la Primera Guerra Mundial con viviendas y almacenes, una pequeña iglesia, un hospital y un depósito de cadáveres. En total, la fortaleza contaba con 105 casamatas, que se utilizaban con fines militares y también para vivir. En la década de los 60, la Unión Soviética utilizaba las instalaciones para almacenar conservas, pero la gran humedad acabó haciendo posible el uso con este fin. Ahora, la naturaleza ha recuperado este lugar abandonado y confiere a las ruinas un carácter especial y misterioso. Con una linterna, exploramos el laberinto de corredores subterráneos y el edificio principal, que se encuentra en el centro de un terraplén.

Gran preocupación por Aimée.

En la recta final hacia Hungría, hicimos una última parada en la iglesia de San Jorge, construida totalmente en madera en el siglo XV. Poco antes de que transcurrieran los 30 días, pasamos la noche en un área de servicio en desuso, a unos 30 kilómetros de la frontera húngara. Cuando nos despertamos por la mañana, nos dimos cuenta enseguida de que algo le pasaba a Aimée. Apenas se movía, solo movía los ojos, y nos dimos cuenta de que debía haber tenido un ataque epiléptico grave durante la noche. Sabemos que padece esta enfermedad desde hace unos dos años, pero Aimée llevaba mucho tiempo sin síntomas. ¡Estábamos en shock! Por suerte, teníamos su medicina a mano y la vigilamos durante un rato. Como su estado se estabilizó, decidimos poner rumo a la frontera.

Fotos: 4-Xtremes