4-Xtremes – Parte 7: Puesto VIP en el Cabo Norte para Andrea y Mike

Hoy informamos desde el norte de Noruega, donde la naturaleza va mostrando nuevos tonos ocres otoñales. Hemos llegado al destino número ocho de nuestro «World Tour». Pero, sobre todo, hemos alcanzado la primera gran meta de la etapa que nos habíamos fijado en la exigente planificación de ruta gracias al coronavirus: el Cabo Norte, al cual se llega al más puro estilo noruego.

Esta etapa comenzó cerca de la finesa Rovaniemi, en el Círculo Polar. Qué extraña es esta «ciudad natal de Santa Claus» –ya os contamos sobre ella–, y qué emocionante es la región en general. Por casualidad, en el municipio de Tervola descubrimos una de las iglesias de madera más antiguas de Finlandia. La construcción de 1687 se alza justo al lado de otra gran iglesia de madera roja, que no es mucho más joven. Un simpático residente llamó a la puerta del sacerdote y pudimos visitar ambas iglesias y admirar las grandes.

A Noruega sin paradas.

Atravesamos los bosques de la región casi despoblada de Inari por carreteras que parecían interminables. Un par de días de ruta después, Finlandia alcanzó su fin y cruzamos la frontera hacia Noruega, y sin que nos parasen. Nos temíamos que, como suizos, no pudiéramos entrar en el país sin más. Tal vez los funcionarios habían supuesto acertadamente que llevábamos muchas semanas fuera de nuestro país de origen.

Tras una noche junto a una cascada, «nos pusimos rumbo» al Mar de Barents. Aquí, en el noreste de Noruega, el agua es tan clara como la del Caribe. Pero, también está claro que, para nadar, está excesivamente fría. Las noches también van siendo más frías. En realidad, nos gustaría precalentar la cabina del conductor, pero la calefacción independiente está en huelga. Recientemente la llevamos a reparar en Rusia. Allí también hacía bastante frío.

Un enclave fotográfico cada par de metros.

No se deben infravalorar las distancias en Noruega: desde nuestras vistas iniciales del Mar de Barents hasta el Cabo norte hay unos cientos de kilómetros. Cuando más al norte, más salvaje se hace el paisaje y más escaso el tráfico. Hay un enclave fotográfico cada par de metros. La luz cambia rápidamente y las escenas luminosas son simplemente épicas.

Nuestra meta, el Cabo Norte, está en una isla. Los noruegos son maestros en la construcción de túneles. Si sobreentiende que el camino hacia la isla también transcurre por un tubo. Tiene poco más de siete metros de longitud. En el punto más bajo del túnel, se está a unos impresionantes 212 metros por debajo del nivel del mar.

Trayecto gratis; un extra para nosotros.

Cuando llegamos al Cabo Norte, contamos tan solo otras cinco autocaravanas. Est lugar está concebido para autobuses repletos de turistas y, sin embargo, lo tuvimos casi para nosotros solos. A veces, el coronavirus tiene sus ventajas.

De antemano habíamos aclarado que se nos permitía conducir hasta el globo de metal, que marca el Cabo Norte en la parte delantera de un acantilado. Normalmente el extremo del parking de visitantes es el final. Pero, en determinadas circunstancias, se hace una excepción. Y así, los responsables apartaron para nosotros las rocas que bloqueaban el camino de grava.

A sus anchas por la noche.

Aquí volvimos a experimentar cómo disminuía el tráfico y las opciones para la pasar la noche. Y no hay que olvidar aquella noche en un emplazamiento con unas vistas preciosas al mar y a las montañas en las que una tormenta se cebó con nosotros con toda su furia. El Axor comenzó a balancearse tanto que tuvimos que cambiar rápidamente de aparcamiento.

La tormenta se prolongó unos días, mientras conducíamos rumbo a Alta. Lo emocionante era que, las ráfagas podían ser extremadamente fuertes en un fiordo, y en el siguiente podían pasar casi desapercibidas. En unos días queremos estar en las Lofoten. Y esperamos que el frente de mal tiempo haya acabado hasta entonces.

Fotos: 4-Xtremes